Por otra parte, es el momento del año en que esperamos más de él, debido a que es cuando más se disfruta de su presencia.
¿Cómo podemos conjugar estas circunstancias al objeto de disfrutar de una cubierta vegetal lo más sana posible en la época de máxima utilización? Varias son las cuestiones que pueden dar la clave a esta pregunta:
– Elección del tipo de césped más adecuado a nuestro entorno.
En general, y para el clima continental de la Península. Los céspedes con un porcentaje alto en Festuca arundinácea tienen un mejor comportamiento. En zonas del litoral mediterráneo, donde los inviernos son suaves, podemos optar por céspedes que lleven Cynodon (grama) en su composición. Para zonas húmedas de la cornisa cantábrica, con veranos más suaves, esto no tiene tanta importancia y se puede recurrir a combinaciones más convencionales.
– El riego es un punto clave y esencial.
Hay que gestionarlo racionalmente. No se trata de encharcar, sino de atender a las necesidades hídricas del cultivo. En verano dichas necesidades están en valores aproximados de 4-5 l/m2 y día. Este caudal se puede aplicar en un solo riego diario, fraccionado en dos, o bien en días salteados con el aumento proporcional del caudal. El mejor momento es al amanecer. También es posible hacerlo a última hora de la tarde. Durante el día, se pueden dar riegos de refresco, pero no conviene mojar demasiado.
– La siega
Las siegas se deben practicar con el césped totalmente seco, y es importante no dejar restos en el terreno.
– Finalmente está el tema de los tratamientos.
En principio no es recomendable dar tratamientos de forma preventiva (salvo el caso de siembras nuevas o resiembras en estas fechas). Pero a la aparición de los primeros síntomas de hongos (rodales secos), es preciso actuar rápidamente con un fungicida específico.
El césped es un ser vivo que agradecerá los buenos cuidados que le demos.
No hay comentarios aún
Puedes ser el primero!
Deja un comentario.