Contaminación ambiental
Los humos, cenizas y gases de escape provocan clorosis (las puntas de las hojas se vuelven amarillas), quemaduras en las hojas y muerte de los tejidos. Si no tienes más remedio que colocar la planta en una zona con estos factores ambientales, elige especies resistentes a los humos industriales y la contaminación, como la adelfa (Nerium oleander).
Riego
El riego insuficiente también provoca clorosis, que hace marchitar a la planta y reseca las flores. Por su parte, el exceso de agua en la tierra provoca la podredumbre de las raíces y el pie de la planta. Las normas comunes para un buen riego son: riego escaso para las plantas de crecimiento lento y un buen drenaje para las plantas más sensibles.
El pH del suelo
Cuando el sustrato posee un pH inadecuado observamos que las plantas tienen un crecimiento lento, floración insuficiente y clorosis. Puedes prevenir esta circunstancia comprobando regularmente el pH.
Elementos nutritivos
El exceso o carencia de elementos como hierro, magnesio, potasio, calcio o nitrógeno puede desembocar en enanismo o desarrollo desmesurado, y mayor sensibilidad a las enfermedades creadas por hongos. Un correcto abonado evitará estas disfunciones.
Exposición
Cuando exponemos a nuestras plantas a un sol excesivo o cuando les falta luz, las plantas suelen reaccionar con amarilleo, marchitez, manchas oscuras, hojas pequeñas o resecas, floración detenida o tallos demasiado largos. La solución es trasladar las plantas a un lugar adecuado o proporcionar sombra o iluminación complementaria en un invernadero.
Temperatura
Una temperatura demasiado alta o demasiado baja es otro factor patógeno. Aparecen hojas amarillentas, manchas rojizas, hojas arrugadas o rotas, decaimiento de los tallos, etc. Para paliar este efecto, escoge un emplazamiento más adecuado para la planta o selecciona las especies adecuadas para el lugar.
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