Su nombre científico proviene del griego ‘trofeo’ y se refiere a la forma de sus grandes hojas, que se asemejan a un escudo, y a las de sus flores, que recuerdan el casco de los soldados tienen una suave fragancia.
Algunas variedades son trepadoras anuales y otras, más compactas y perennes, pueden plantarse en maceteros o en los bordes de un jardín. La más clásica es la Tropaeolum majus, cuya variedad ‘Alaska’ tiene hojas jaspeadas de color crema y es de composición abigarrada.
La capuchina crece y se dispersa con mucha facilidad y prospera en terrenos relativamente áridos. Si el suelo es muy rico en nutrientes o se riega con frecuencia, se obtendrá un abundante follaje pero escasas flores.
Esta planta se emplea con eficacia para controlar algunas plagas (atrae a la mosca blanca) y es beneficioso plantar capuchina cerca de otras plantas con flores o de vegetales como sistema de protección.
A esta planta tónica se le atribuyen propiedades beneficiosas para la depuración de la sangre e incluso como afrodisíaco. Se recomienda para paliar las infecciones del aparato respiratorio y del tracto urinario. Sus hojas son muy ricas en vitamina C y cuando se consumen en ensalada pueden coadyuvar en el tratamiento de estados catarrales.
Su uso culinario se basa en las ensaladas, las hojas aportan un sabor parecido al de la pimienta. También combinan bien con una crema de queso. Si se conservan las semillas en vinagre, se obtiene un encurtido parecido a la alcaparra. Con las flores se repara un vinagre perfumado.
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