Existen tres clases principales de achicoria. En primer lugar, las variedades amargas y de hojas sueltas, que se cultivan como verdura de invierno en regiones del Mediterráneo, aunque cada vez es menos empleada. La segunda, la endibia, cuyas hojas, más estrechas y de color blanco, se comen en ensaladas o se rehogan en mantequilla. Por último, hay variedades de color rojo, con las hojas más grandes y una cabeza en forma de repollo, que está de moda en la alta gastronomía.
Las raíces tostadas de achicoria tienen un sabor acaramelado, y se usan a veces como aditivo o sucedáneo del café. Desde el siglo XVII se muelen y se tuestan las raíces de achicoria para utilizarlas como sucedanio de café. Llegando incluso a comercializarse embotellada en comercios muy específicos.
La achicoria también tiene usos medicinales, empleándose las raíces secas, ya que éstas son diuréticas, laxantes, antiinflamatorias y actúan como estimulantes del hígado y de la vesícula biliar. También tiene un efecto curativo para tratar el reumatismo, la gota y las hemorroides, y como tónico general.
Hoy en día suele emplearse para alegrar un arriate con sus flores de color azul celeste, que se abren y se cierran a la misma hora del día. Dando un fantástico efecto. Muy apta para introducirla entre cultivos hortícolas, pues atrae insectos polinizadores, favoreciendo así la fructificación de otras especies.
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